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La traducción es el idioma en el que más leemos: entrevista con Samanta Schweblin




The English translation of this interview can be read in Interpret 10.

 

 

Samanta Schweblin es la autora más condecorada de la nueva generación de escritores latinoamericanos. Oriunda de Buenos Aires, sus colecciones de cuentos incluyen Pájaros en la boca y Siete casas vacías; la traducción inglesa de la última ganó el US National Book Award for Translated Literature. Su escritura aborda temas tan diversos como el pesticida, la feminidad, y el hogar. Schweblin también es la autora de Distancia de rescate : una novela inquietante y difusa, nominada al Premio Booker Internacional. Samanta se entrevistó en español con nuestro redactor, James Appleby.


Me gustaría empezar por Siete casas vacías: el espacio doméstico, la fachada, el jardín trasero en qué todo se esconde. ¿Por qué el hogar representa un lugar tan fructífero para lo fantástico y lo perturbador?


Las primeras grandes tragedias en nuestras vidas empiezan cuando somos chicos en el contexto familiar. Dejan una marca – pero también porque la familia es quizás la institución de la que es más difícil escapar. ¿Quién no tiene familia? Es imposible no tener familia. Si estamos en este mundo, tenemos familia, ¿no? Y a mí me resulta un tipo de relación fascinante por su obligación, y porque también es donde somos muchas veces más amorosos, donde amamos sin condición.

            También hay algo con la estructura de la casa : con el espacio físico de esas estructuras donde vivimos. Son tan rígidas! Me parece que la vida contemporánea exige tanta flexibilidad – nos exige cambiar todo el tiempo – y esas casas siguen siendo siempre las mismas, año tras año. Uno es capaz de levantarse en el medio de la noche e ir hasta el baño sin mirar, en la oscuridad total, y volver a la cama. A mí me fascina todo lo que es repetitivo y todo lo que hacemos sin pensar.

 

¿Es por eso que le interesan los sueños y el ensueño? Aparecen mucho en su obra.


No me interesan los sueños en sí, pero me interesa la sensación de ensueño en el lector. Por eso me interesa la sensación del surreal, pero no lo surreal. Para mí no hay nada más atractivo que esos momentos en que lo imposible parece ocurrir en la realidad. Cosas extraordinarias, o sea – cosas que nunca suceden. De pronto estamos en una plaza a la tarde y, un momento al otro, tres personas que venían caminando en diferentes direcciones se paran al mismo tiempo, y los tres al mismo tiempo se sueltan el abrigo. Eso es lo que me fascina: estos momentos surrealistas de la realidad, donde por un segundo decís, ¿pero eso es real o no?


Me pregunto si esa fascinación con la frontera entre lo real y lo surreal está vinculada con el papel de la infancia en sus escritos. ¿Por qué aparecen tanto los temas de la infancia y de la inocencia?


Ser inocente es no haber tomado decisiones éticas y morales: una vez que tomas estas decisiones, es muy difícil de moverse de ellas. Me parece que en la niñez – y en la vida más adulta, en la vejez – hay una autenticidad que perdemos. A través de la inocencia, vemos las cosas como realmente son, o sea, sin nuestros prejuicios.

 

También me gustaría hablar un poco de su lengua nativa. He escuchado varias entrevistas suyas en que habla del español nicaragüense, mexicano, o sea, de la enorme variedad del castellano contemporáneo. ¿Usted tiene una relación con la lengua española en sí, o con el rioplatense y ya?


Bueno, yo me fui de Argentina a mis 35 años y me fui a vivir a Berlín. Hasta allí, mi relación era con el porteño, ni siquiera con el argentino. Para mí, eso era todo el mundo, y me doy cuenta de lo provincial que somos los porteños cuando empecé a vivir afuera.

            Berlín me abrió un mundo latinoamericano. Fue como cambiarme un poco de nacionalidad: oh - ¿yo soy latinoamericana? Y ahora casi te diría que me siento más latinoamericana que argentina. Soy argentinísima, no lo niego a mi pasado, pero siento que tengo una comunión con América Latina mucho más fuerte después de todos estos años en el extranjero. Amplió la lengua, pero también hizo algo que es bastante incomodo, que es que achicó mi porteño, mi herramienta de trabajo. Me doy cuenta de que escribo con un porteño que se está poniendo viejo, que esta fuera de lugar. Ya no suena como suena el porteño – ya pasaron diez años.


Justamente le quería hablar sobre el dialogo en sus cuentos. Muchos empiezas con una frase corta de dialogo: ‘¿Dónde está la ropa de tus padres?’ o ‘Son como gusanos.’ ¿Cuál es el papel del dialogo en sus cuentos? ¿Que es lo que usted cree, o quiere, cuando escribe una frase de dialogo?

 

Para mí el dialogo es tan importante y es hasta la parte… casi diría poética de un cuento o de una novela. Es como una daga. Es como que cruza el mundo de una historia con una rapidez que no puede la prosa. No sé bien por qué.

            El tipo de dialogo que a mí me gusta además es un tipo de dialogo muy refractivo. Viste esos… ah, ¡ya sé! En el tráfico, cuando andamos en bicicleta… estas luces que no tienen luz propia, pero cuando las ilumina, disparan hacia todos lados. ¡Ojos de gato! Ese es el dialogo para mí. Tiene que funcionar en el texto y en el contexto de una historia, pero tiene que ser sumamente disparador en la cabeza de un lector: ¿pero me está hablando de esto? ¿o de esto otro? ¿qué está diciendo?


Hábleme un poco de su relación con su traductora inglesa, Megan McDowell. Muchos lectores de Interpret le conocerán a través de la voz de ella.


Mi experiencia con Megan siempre es extraordinaria, realmente estoy tan contenta con mi traductora al inglés, pero es quizás el idioma más incómodo para mí una vez que esta traducido, porque es, de todas las lenguas a las que me traducen, la única que entiendo un poco. Entender que alguien está traduciendo tu mundo después de haber luchado horas y horas por cada palabra es súper incómodo.

            Pero también es un gran ejercicio paralelo, porque te das cuenta de que un buen traductor puede incluso hacer un libro aún mejor. muchas veces los autores pensamos que el libro que terminamos es un objeto perfecto que no pudo haber sido mejor. Pero siempre pudo ser mejor, ¡siempre pudo ser peor! Es muy inquietante para un autor darse cuenta de que un texto es algo más fluctuante de lo que uno cree.

 

Ha mencionado el provincialismo de Buenos Aires; sin embargo, los rioplatenses leen más traducciones de lo que leemos aquí en el Reino Unido, y por eso son tal vez menos provinciales que nosotros. Por eso gustaría saber lo siguiente : ¿cuál fue el papel de la traducción en sus años formativos? ¿Qué importancia tenía?


Para los argentinos, yo diría que la traducción es el idioma en el que más leemos – como si la traducción fuera un idioma per se. Es un español que es raro: no es nuestro español, además. Y eran muy malas! Y vos lees la mejor literatura del mundo que podías leer – los norteamericanos, los franceses, los alemanes, los rusos – todo en ese mismo español que se le parece un poco que era malísimo, y sin embargo los libros sobreviven. Vos decís, ¡pero eso no se entiende! Ah no, pero me encanta, ¿entendés?


Cuando uno lee las citaciones en las coberturas de sus libros – de Mario Vargio Llosa, por ejemplo, que en 2014 le llamó “una de las voces más prometedoras de la literatura moderna en lengua española” – existe una conexión implícita entre el Boom y su propia generación. Pero cuando un lee los cuentos del Bogotá 39, por ejemplo, se siente un cierto rechazo de esa herencia. ¿Cuál es su propia relación con García Marques, Cortázar, y los demás autores del Boom?


Yo tengo una relación de tipo abuelos-nieta. Es una relación muy sana – no fueron mis padres y no tuve que matarlos, diría el psicoanálisis. Entonces siempre fue una relación de mucha admiración – mucha admiración. Mis primeras lecturas, digamos, de latinoamericanos, fueron con ellos: yo me acuerdo cuando leí La Ciudad y los Perros de Mario Vargas Llosa… ¡me rompió la cabeza!

            ¡Pero ya eran viejos! No me interesaba copiarlos. Es muy interesante lo que está pasando ahora, porque se habla de un nuevo Boom latinoamericano – pero no no no, no es un Boom, porque el Boom, como la palabra lo dice, está destinado a volver al silencio. Yo creo que fue un Boom sobretodo comercial, sin desestimar su calidad – porque fueron autores infernalmente buenos – pero lograron dar un salto comercial, lograron llegar a Europa por primera vez, donde no se leía la literatura latinoamericana. Y eso genera una impronta muy pesada, que a veces nos molesta un poco a mi generación, porque nosotros no escribimos ese tipo de literatura. Ha cambiado muchísimo la literatura latinoamericana. Entonces nos molesta que se hable del Boom porque este Boom en particular está asociado con lo que escriben las mujeres, y lo que escriben las mujeres no es un nuevo Boom económico: es la otra mitad de la humanidad. No debería haber silencio después de esto.


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Descubra más acerca de Samanta Schweblin en su sitio web o en sus páginas de X e Instagram. Seven Empty Houses, traducido por Megan McDowell, está publicado en el Reino Unido por Oneworld Publications.


X @sschweblin

IG @samschweblin

Fotógrafa: Alejandra López


 


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